Publicado en La Prensa Gráfica
Por: Ana Escoto
Copilco 503
Julio inició con el desafuero de la diputada Ana Vilma de Escobar. “Lamento el agravio personal que mis declaraciones causaron al expresidente Funes, a su familia y militancia del FMLN”, expresó la diputada, un perdón que sonaba más bien a una negociación por mantener su fuero.
Y sí, probablemente sea un hito en la historia de un país que siempre ha sido llenado de propaganda sucia. Hoy las palabras que se dicen y no se sustentan pueden ser declaradas como difamatorias. Y en eso hemos ganado, algo.
Sin embargo, ese perdón tan negociador, tan utilitario, tan fácil, tan rápido ante el agravio hacia el presidente me sabe un poco amargo. La lentitud con el caso de las 17, donde el perdón significa justicia y la libertad (sí, esa misma que se debe defender a toda costa y contra todo comunismo) ha sido muy negligente. Un perdón que además debería ir en otro sentido: el Estado salvadoreño debería pedirle perdón a las mujeres que han sido privadas de vivir su vida, algunas ya han cumplido condenas de 10 años o más. Pero los perdones no vienen tan rápido.
“Y como mujer”, expresaba Ana Vilma, para usar su posición de mujer para hacerse víctima y mártir de la libertad de expresión, mientras el olvido hacia cualquier elemento de justicia a sus pares mujeres encarceladas no significa nada, esas que sí han sido víctimas del sistema patriarcal y clasista salvadoreño.
No, no solo se trata de la diputada. Se trata de todo el discurso que nos dice: ama al prójimo, no si es pobre. Todos somos iguales; no, depende a quién agravio. Las instituciones funcionan así, discrecionalmente. La justicia y el perdón, aparecen como lobby de feministas satánicas, dirían algunas muy cristianas señoras. Cuando el ejercicio de compasión y solidaridad se puede satanizar, no entiendo de qué vamos en la sociedad. La respuesta es sencilla y transparente: son mujeres que sufrieron las deficiencias de un sistema inadecuado de justicia, con leyes atroces y procesos aún más injustos. ¿Es en serio algo que no se puede cambiar? ¿Es algo que es un valor de protección a los valores de la familia el que existan mujeres que pierdan su libertad? ¿Es correcto hasta difamar su caso y desprestigiar su nombre en público para defender un concepto de familia?
Alguien me preguntaba por qué no hablo de educación, de salud, de economía en mi columna en lugar de estar hablando en contra de la discriminación. También me lo he preguntado, y es que me parece más urgente que nos humanicemos ante el otro.
El cambio puede empezar con entender qué es el perdón. No, el perdón no es como ese que se pide para que no se quite el fuero. No, no es solo para que no nos castiguen. Pero ¿qué habría de saber de perdón una sociedad que entiende como perdón la injusticia y la amnistía? Vivimos en una sociedad que pasó de una guerra a una reforma económica acelerada. Aprendimos que el individuo está solo y por su cuenta de la peor manera, con puros olvidos. Es insostenible lo que esta negligencia con el otro, este olvido, esta falta de solidaridad pueden generar a nivel agregado e institucionalizado. Son 17 mujeres, pero representan que El Salvador puede ser mejor si se les deja libre.