Por: Oswaldo Feusier
En la nación pro-vida todo está al revés, lo que se pinta como efectivo mediante el garrote y la cárcel, en realidad no lo es, develándose con poco esfuerzo lo que en verdad representa: Doctores con miedo de actuar en embarazos de riesgo, y por supuesto, menos de 200 magras condenas que se exhiben con orgullo, dentro de una práctica, la interrupción clandestina del embarazo, que se cuenta en decenas de miles al año, en las condiciones más insalubres e inseguras que se pudiesen imaginar.
En el sistema pro-vida todo está de cabeza, lo que se pinta como equidad a favor de la vida, esconde su verdadera naturaleza, y en lo único que son iguales sus esqueléticos logros es que siempre se aplican contra las mismas personas, todas mujeres, todas de escasos recursos, la mayoría con poca preparación, todas jodidas por el sistema, y como fregadas ya están, son fáciles de fregar de nuevo.
En la nación pro-vida la justicia no es un derecho, es un privilegio que se arranca y se pelea, como lo tuvo que arrancar Guadalupe hasta el minuto final de los siete años que cumplió por una condena injusta, a través del indulto que le concedió la Asamblea legislativa el pasado 21 de enero del presente año. La nación pro-vida sabía que Guadalupe no debía estar en prisión, sabía que la condena generaba serias dudas, que la prueba que sirvió para condenar a esta empleada domestica nunca aclaró la causa de muerte del recién nacido cuya muerte se le imputaba, o en palabras del informe de la Corte Suprema de Justicia “no se puede determinar relación entre el comportamiento de la imputada y la muerte del recién nacido”. La nación pro-vida sabía todo esto, sencillamente no le importaba, lo importante es el sistema.
Así pues, no importaba una condena de 30 años claramente inconstitucional, lo que importa es el mensaje o la campaña, como mejor lo dijo el diputado Ernesto Angulo en la plenaria del 15 de enero “acá la cuestión es que hay una campaña para esto (…)”. Esa es la cuestión, es una cuestión de campaña, de mensaje de campaña, el caso de Guadalupe es uno que fácilmente sirve para campaña, y se usa fácil porque es clara su injusticia y desigualdad dentro de un sistema que es injusto y desigual, y como no interesa evidenciar estas enmarañadas contradicciones, sino por el contrario, deben esconderse a toda costa, el diputado Angulo tampoco le importó que Guadalupe siguiese cumpliendo otros 23 años de prisión por una condena injusta. Justicia a través de la injusticia, en la nación pro-vida todo está al revés.
¿Cuánto más duraran las mentiras? ¿Cuánto más se mantendrá sus falsas apariencias? La última de todas buscar perdernos en el caso de Guadalupe: “Este no es un caso de aborto, sino de homicidio”, por tanto, “no tiene que ver con la regulación del aborto”. El estribillo casi de inmediato evoca aquella expresión popular de la política norteamericana: “Es la economía, estúpido”, y así pues, aunque el delito indultado es de homicidio y no de aborto, hay algo evidente que la nación pro-vida no puede ocultar: Es el sistema, señor dogmatico, es el sistema.
Los amantes del estribillo jamás podrán conciliar un simple hecho, es cierto, se llama Homicidio (la nación próvida prefiere el término “Homicidio agravado”), pero se llama Homicidio porque le cambiaron el nombre, pues antes de 1998, y durante más de 150 años en la legislación salvadoreña, estos hechos tenían otra etiqueta, un trato mitigado y más humano considerando la situación extrema que atravesaba la perpetradora, les decían infanticidio (hasta 1974) o bien homicidio atenuado (hasta 1998). La etiqueta cambió a “Homicidio Agravado” en abril de 1997, el mismo movimiento legislativo que eliminó la “causal salud” para permitir el aborto, el mismo movimiento legislativo con que nació nuestro actual sistema de prohibición absoluta del aborto. Es el sistema señor dogmatico, es el sistema.
Al final todo es parte de lo mismo, un sistema que solo conoce la prisión como solución, donde lo intencional, lo imprudente y lo espontaneo se fusionan en un solo término: Cárcel. El Aborto por violación, por falta de recursos, por hacer fiesta, e incluso el realizado para salvar la vida de la madre, todos significan lo mismo: Condena sin mitigación o atenuante, prisión para quienes son y para quienes parecen, sobre todo cuando la acusada parece joven, de escasa educación y pobre, como lo era Guadalupe, inocente por la Constitución, pero culpable por un sistema que se perpetua a través de dos cosas: las mentiras y los barrotes. Es el sistema, señor dogmatico, es el sistema.