Julia Evelyn Martínez
Admiro el cristianismo como modelo ético de conducta y respeto profundamente a las mujeres y hombres que lo practican con el radicalismo de Jesús de Nazaret: el cristianismo de las bienaventuranzas, el cristianismo de la vida comunitaria y la solidaridad, el cristianismo de la compasión, el cristianismo de quienes lucha por la verdad y la justicia, el cristianismo de la opción preferencial por los pobres.
En cambio, me fastidia el cristianismo de apariencias y de conveniencias. Me refiero a aquel que se usa como fachada para encubrir fanatismos y/o para justificar persecuciones y odios en contra quienes piensan y actúan de manera diferente. Me ofende el cristianismo de personas como las señoras Julia Regina de Cardenal y Evangelina del Pilar de Sol, que al mismo tiempo que denuncian la persecución de cristianos en Irak y en otras zonas del mundo, no sienten ningún escrúpulo en dirigir semana tras semana, y desde la comodidad e impunidad que les brindan los espacios editoriales de El Diario de Hoy, mensajes de odio en contra de las personas y organizaciones que desde sus convicciones y creencias, trabajan por el indulto de 17 mujeres pobres encarceladas injustamente.
A estas cristianas de apariencia, a las que su soberbia y sus prejuicios les endurecen el corazón y les obnubilan las mentes, les haría bien recordar la advertencia que hace más de dos mil años Jesús de Nazaret dirigía a personas como ellas: ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo y descuidan lo esencial: la justicia, la misericordia y la fidelidad! ¡Ay de ustedes que ven la paja en el ojo ajeno, y no se dan cuenta de la enorme viga que tienen en el ojo propio!.
¿Es qué no tienen conciencia de los daños qué sus mensajes de odio pueden ocasionar a la seguridad personal y a la vida de las personas a las qué han convertido en blancos de sus ataques? ¿Es qué no se dan cuenta que están usando la libertad de expresión para hacer daño en lugar de hacer el bien? ¿Es qué se creen tan libres de pecados y con tanta solvencia moral para tirar las primeras piedras en contra de quienes defienden causas y principios diferentes a los suyos?
Nadie les pide a estas distinguidas y cristianas damas (ni a sus incondicionales seguidores) que cambien su postura personal frente a temas como el aborto, la educación sexual, la diversidad sexual y/o el uso de anticonceptivos. Tampoco se les exige empatía y misericordia con las 17 de mujeres que solicitan indultos y que aguardan el momento de poder regresar con sus familias y abrazar a sus hijos e hijas. Menos aún se espera que estas señoras renuncien a su derecho a expresar libremente sus ideas en los medios de comunicación que simpatizan con sus creencias y con sus causas.
Pero sí se les exige que, en nombre de la decencia y del cristianismo que dicen profesar, pongan fin a su campaña de mentiras, insultos y amenazas en contra de las personas y organizaciones que han asumido la generosa tarea de defender los derechos humanos de 17 desdichadas mujeres, condenadas a prisión en base a pruebas indiciarias y en base a procesos judiciales plagados de errores y de peritajes forenses con interpretaciones subjetivas de los hechos.
En nuestro país aún estamos a tiempo de evitar que los grupos que practican el fundamentalismo religioso y/o moral, provoquen la persecución y el exterminio de las personas y organizaciones que no piensan como ellos y/o que defienden causas humanitarias que van en contra de sus dogmas religiosos o morales. Es tiempo aún de promover más cristianismo y menos fanatismo.
(*) Columnista de ContraPunto