Por: Morena Herrera
Para quienes consideramos que el patriarcado es un sistema y una cultura que oprime, discrimina y coloca a las mujeres en una posición social subordinada sólo por el hecho de ser mujeres, las declaraciones del Presidente Sánchez Cerén de este recién pasado 7 de marzo, son una buena noticia.
Reconocer que en la sociedad salvadoreña predomina la cultura machista es un paso importante y llamar desde la Presidencia de la República a acabar con este flagelo, es en el mejor de los casos, un compromiso institucional que debe involucrar a todas las instancias gubernamentales y al Estado en su conjunto.
Es importante tener claridad que no todas las mujeres vivimos en la misma situación, pues la desigualdad se vive de manera diferente de acuerdo a la clase social, a la edad, a la etnia, al lugar de vivienda, a la orientación u opción sexual, y a otras condiciones socio económicas, culturales e incluso religiosas. Pero también es cierto que en todos los estratos sociales, las mujeres solemos ser tratadas como ciudadanas de segunda categoría o por lo menos nuestra voz tiene menos valor que las voces masculinas. En este sentido, una intervención gubernamental contra el machismo debe combinar acciones prioritarias para aquéllas mujeres en las que convergen diferentes situaciones de opresión y discriminación, con otras dirigidas a cambiar la posición social de las mujeres frente a los hombres en su conjunto.
Acabar con el machismo requiere una intervención sistémica que incluya medidas de carácter legal, estructural, presupuestarias, políticas públicas y mucha audacia para enfrentar las inercias impuestas por una cultura milenaria. Requiere cambiar ideas pero también impulsar acciones que son urgentes, requiere orientar procesos gubernamentales cuidadosos pero con firmeza y sin titubeos, que apunten a transformaciones sociales en todos los ámbitos de la vida de los y las salvadoreñas.
o podemos seguir con un sistema judicial que permanece inmune a los cambios legales en materia de igualdad, donde juezas y jueces ignoran la Ley especial, integral para una vida libre de violencia para las mujeres. No podemos seguir con un sistema educativo que no incorpora de forma global la educación sexual integral como parte del currículo educativo en todos los niveles. No podemos seguir ignorando que en nuestro país las niñas de 12 años que estén embarazadas tienen permiso de casarse, medida que sólo favorece a quien las agredió pues les exime de responsabilidades penales.
Para dar pasos en la superación del machismo hace falta reconocer los derechos económicos de las trabajadoras, de todas, de las empleadas domésticas y también de quienes se reivindican como trabajadoras del sexo. Contribuir a superar el estigma y también impulsar medidas concretas que obliguen a empleadores y empleadoras a brindar seguridad social a quienes se dedican a labores domésticas. Hoy tenemos una oportunidad con una Ministra feminista frente al Ministerio de Trabajo.
Acabar con el machismo requiere transformar el Estado y para ello necesitamos una entidad rectora de políticas públicas para la igualdad que esté fortalecida, que tenga herramientas políticas, jurídicas, presupuestarias y jurisdiccionales que le permitan jugar su papel. Necesitamos un ISDEMU que asuma otro papel y para ello posiblemente sea necesario colocarlo en un lugar que le permita incidir no sólo en el gobierno, sino en otras instancias del tejido estatal salvadoreño.
Terminar con el machismo también requiere asumir responsabilidad pública frente a graves situaciones de violación de derechos humanos, como las 15 mujeres que aún siguen condenadas y que la Corte Suprema de Justicia ha dejado sin libertad después de analizar las solicitudes de indulto de Las 17. Porque la falta de libertad de mujeres condenadas injustamente es un problema del Estado, y es son las instancias estatales que deben resolverlo.
Si Señor Presidente, estamos con usted y le acompañaremos en el cumplimiento de esta responsabilidad de acabar con el machismo. Es necesario que sus funcionarios y funcionarias tengan claridad que actuar a favor de la igualdad no es una opción, sino una obligación. Que escuchen, que sean receptivos a las opiniones ciudadanas y a las recomendaciones que otros países le han hecho, como las que le hicieron once países en el EPU, que lo alentaron a “eliminar la prohibición del aborto”, en particular cuando las mujeres son “víctimas de violación, especialmente en los casos … de menores de edad y de riesgo grave para la salud de la madre” (…) ya sea mujer o niña embarazada”, como así también cuando ha ocurrido “incesto y riesgo médico, y velar por la mejora del acceso a métodos anticonceptivos adecuados”, sin descuidar “el acceso a una educación sexual completa y a servicios de salud sexual y reproductiva, incluida la anticoncepción”.
Sabemos que no todo está en sus manos, ciertamente algunas medidas dependen de la Asamblea Legislativa y del órgano judicial, pero su liderazgo y compromiso son fundamentales para alentar los cambios que nuestro país necesita, porque como usted dice, son cambios que nos hacen una mejor sociedad y mejoran nuestro sentido de humanidad.