Alejandra Burgos (*)
SAN SALVADOR – Ayer una amiga, comentaba: Cuando veo sufrimiento…me pregunto: ¿Y en estos casos, dónde está Dios, por qué Dios no hace nada?
Ante su pregunta clave, ante la existencia o no de un ser supremo y su inacción y/o reacción ante las dramáticas realidades que enfrentan las personas concretas, me fue imposible pensar en una teodicea feminista ante casos como el de Beatriz. La teodicea es, justamente, intentar salvar el discurso que legítima la existencia-experiencia de Dios, en medio de la vida y la cotidianidad humana con toda su carga trágica y dolorosa.
Ante ello, hemos de decir que efectivamente si pensamos en Dios como un ente existente, carente de necesidades y omnipotente, tal como las tradiciones monoteístas plantean, si empezamos a ver las difíciles situaciones que enfrentan las grandes mayorías en el mundo entero, responderemos que nos es imposible captar tal existencia omnipotente y omnipresente.
Sin embargo, no podemos dejar de mencionar que Dios es una experiencia de vida. Desde la teodicea planteada por la teología de la liberación (desde América Latina), se dice que Dios sufre con su pueblo. Si intentamos hablar de una teodicea feminista debemos decir que Dios esta de lado de las mujeres que sufren. Concretamente, considero que Dios estuvo, está y estará del lado de Beatriz de su sufrimiento, con su pequeño hijo y su familia. Y -si me lo permiten- Dios está en la indignación, fuerza, esperanza, voluntad que se ha movido nacional e internacionalmente, en apoyo a la vida de una mujer condenada a muerte por unas leyes injustas y una sociedad inhumana, de quiénes dicen creer en Dios de un modo bastante sospechoso, inescrupuloso e insensato.
Dios es una experiencia vital, relacionada con la vida cotidiana, con la realidad misma que viven las grandes mayorías. Dios no está en los altares, está en la vida concreta que se nos presenta inhumana, dolorosa e injusta. Creer en Dios como un juez implacable, intolerante y machista que no piensa en el sufrimiento humano sino en cumplir una normatividad ilegítima es deslegitimar las experiencias, las vidas, ideas y obras de gente creyente que ha dado tanto a las luchas sociales en la historia de la humanidad (Gandhi, Martin Luther King, Mons. Romero, etc.)
Considero que Dios no es bondadoso ni bondadosa, sino bondad. Dios no es justo ni justa, sino Justicia. En tal caso, considero que la justicia y la bondad se han visto evidenciadas en el actuar concreto de mujeres y hombres que por casi dos meses han acompañado en la lucha por salvar la vida de Beatriz. Por otro lado, la injusticia y la falta de bondad se han visto evidenciadas en quiénes le han condenado a muerte por omisión, por inacción y por reacción.
Siendo así, y de manera simple desde una teodicea feminista hemos de decir que la lucha por que la mayoría de mujeres tengan acceso a ejercer sus Derechos Sexuales y Reproductivos, concretamente que se les permita decidir a salvar su vida, no está en ningún sentido en desacuerdo con la experiencia de una divinidad que existe y que se hace presente en la indignación ante la injusticia, ante la inhumanidad con la que gente autodenominada “creyente” condenan fácilmente a muerte a muchas mujeres en nuestro país.
(*) Colaboradora de ContraPunto